Parece que el destino siempre ha estado en manos de las mujeres. Y no lo digo yo, ni lo digo al azar (nunca mejor dicho) sino que si echamos un vistazo a algunas de las mitologías de nuestro continente, en muchas de ellas nos encontraremos que son ellas quienes se ocupan de tejer y destejer los entresijos del futuro.
En este sentido, por poner algunos ejemplos, tenemos a las moiras, a las parcas romanas y a las nornas nórdicas, a las que hoy vamos a conocer.
Las nornas son, como decimos, las diosas nórdicas del destino. Descienden del gigante Narfi y cada una de ellas personifica una determinada etapa temporal:
– Urd, el pasado, es una vieja que siempre está mirando hacia atrás.
– Verdandi, el presente, es una bella joven que siempre está mirando hacia delante
– Skuld, por su parte es el futuro, a esta se la representa siempre leyendo un libro que aún no ha sido escrito y, algunas veces, también se la ha visto cumpliendo el papel de Valquiria.
Si hacemos caso a los Eddas, a parte de estas tres, existían un montón de nornas menores que se asociaban con determinadas personas en particular.
Viven bajo las raíces de un fresno que se hace llamar el Yggdrasil, el árbol del mundo que está situado en el centro del cosmos, y es allí donde van tejiendo los tapices del destino, siendo cada uno de los hilos del mismo la vida de una persona que será más larga o más corta dependiendo de la longitud del mismo.
Otras de sus funciones eran regar el fresno con el agua del manantial Urdar y ponerle tierra fértil en sus raíces para así evitar que se pudra. Además, también se encargaban de alimentar a los cisnes que vivían en él y a cuidar las manzanas de oro, que eran la fuente de la juventud de los dioses.
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